El té ha sido valorado por sus propiedades medicinales desde tiempos antiguos, utilizado para aliviar dolores de cabeza, problemas estomacales y mejorar la concentración mental, especialmente por los budistas durante largas horas de meditación.
El té chino se popularizó durante la dinastía Táng (618-907) gracias al monje budista Lu Yu, quien escribió el primer compendio sobre el té, "Cha Ching" (El Clásico del Té), donde afirmaba que el té simbolizaba la armonía. Desde China, la bebida se extendió a otros países como Japón, donde el té se incorporó a la ceremonia del té y la cultura Zen.
El comercio del té en la antigua China dio origen a importantes rutas comerciales como la Ruta de la Seda, llevando el té hasta Rusia, donde, debido a su transporte a través de Siberia, se popularizó el té negro ahumado.
El té llegó a Europa a través de los holandeses en el siglo XVII, pero fue Inglaterra donde ganó gran popularidad. Catalina de Braganza, esposa del rey Carlos II, fue responsable de ponerlo de moda en las cortes británicas. Durante siglos, el té fue un símbolo de estatus social en Inglaterra y, posteriormente, jugó un papel importante en eventos como la Fiesta del Té de Boston en 1773, que marcó el comienzo de la independencia de Estados Unidos.